El Mundial Femenino de Canadá 2015 batió récords de
concurrencia a los estadios y de audiencia televisiva, dejando en evidencia el
crecimiento del interés en la disciplina. Sin embargo, la mayor repercusión no
se traduce en una actualización profunda de ganancias para las jugadores ni en
la inversión en el deporte.
Por Federico Cué Barberena (fede.cuebarberena@hotmail.com)
Por Federico Cué Barberena (fede.cuebarberena@hotmail.com)
Si bien parte de los registros ascendentes en el público que
siguió la cita mundialista se debe al incremento de los países participantes
(por primera vez jugaron 24 equipos, 8 más que en Alemania 2011, lo que llevó
la cantidad de partidos de 32 a 52), es imposible soslayar que la cantidad de espectadores en los estadios superó largamente al torneo de 2011 y estuvo por
encima de los mundiales de Estados Unidos 1999 y China 2007, certámenes
considerados exitosos en dos países con tradición en fútbol femenino. Algo
similar ocurrió con la audiencia televisiva creciente, medida en Estados
Unidos, Francia y Japón, donde la disciplina es popular.
No obstante esto, este éxito en el Mundial quedó lejos de
una debida recompensa para jugadoras y países involucrados. Más allá de que la
FIFA duplicó los premios a repartir en Canadá 2015 respecto de Alemania 2011,
los números son astronómicamente inferiores a los que se entregan en el fútbol
masculino. Si bien es imposible pensar en una equiparación directa porque los
niveles de ingresos y repercusión del fútbol masculino son muy superiores, no
deja de parecer injusto que las mujeres deban conformarse con migajas.
Esta situación también se evidencia en el destino de los
fondos de la FIFA. De acuerdo al informe de finanzas 2014, entre 2011 y 2014, el ente rector del fútbol mundial sólo
destinó 13 millones de dólares a cuestiones ligadas al fútbol femenino,
mientras que la inversión prevista para 2016 contempla valores que están
incluso por debajo de lo destinado al Mundial de Clubes masculino.
Ese modelo también se replica en las ganancias de las
jugadoras de manera individual que, en términos concretos, están lejos de los
mejores deportistas masculinos y de las principales referentes femeninas de
otros deportes más tradicionales, como el tenis (ver Ranking Forbes de Deportistas Mejores Pagos 2015). Para entender mejor este
fenómeno, FutFem pone a disposición de sus lectores una serie de gráficos que
replican en detalle las características mencionadas y deja abierta la
incógnita: ¿Es justo el reparto de dinero en el fútbol femenino?
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